sábado, 11 de julio de 2015

El mejor

Yo fui una niña que casi no se movía. De esas que llevas de visita a una casa y nunca tomaría los adornos ni subiría los pies al sillón. De esas que llegaban de vuelta sin una sola mancha en su ropa y que siempre tuvo reconocimientos académicos. Una niña modelo considero yo.
Cuando estaba embarazada, nunca pensé que mi hijo no sería así.  Es más, siempre pensé que incluso dependía de nuestro rol como padres y que obviamente lo haríamos bien. Dos profesores, que ni se movían cuando chicos y que gozaban su estilo de vida sedentario no podrían sino tener un retoño con las mismas cualidades.
Pero la vida te da sorpresas, y nació "El Manu". Les cuento que soy madre de un niño extremadamente difícil. Un desafío diario. Primero que todo, porfiado como él solo, obstinado en sus ideas, y asombrosamente inteligente. Mezcla peligrosa dirán algunos.
Mi hijo es de los que si no quiere no saluda a pesar de nuestras instrucciones, que llega a una casa de visita y toca todo a pesar de la cara de ataque de su madre (yo) y el intento de su padre por imponerse con voz grave. Sube los zapatos al sillón como si estuviera en el living de su casa, y su ropa por lo general llega directo a la lavadora (eso es un detalle normal creo en los varoncitos, así que lo dejaré pasar). Desafía todo orden impuesto si no logra comprenderlo y paradójicamente es tímido y vergonzoso, por lo que le cuesta mucho relacionarse con los adultos sin decir alguna estupidez como "caca, poto o moco"
Pero mi hijo es brillante. No lo dice sólo su madre, sino que una profesora. Logra comprender cosas de mucha complejidad. Ama clasificar las cosas y definirlas. Goza aprendiendo cosas nuevas abriendo sus enormes ojos cuando le enseño sobre el planeta Tierra y los diferentes países, tipos de animales, tipos de instrumentos musicales. Dice que tiene dos colecciones, sus dinosaurios y sus libros. ¡Libros! los que carga con orgullo cuando sale de paseo. Sueña con que fue a la muralla china y ya se imagina en la Torre Eiffel.
Pero el no es el mejor. Y es difícil para mi aceptar que es así. "Es niño" me dicen algunos, pero yo quiero que sea mejor que todos los niños. Esa es mi confesión. Quiero que haga la tarea más linda, que se concentre en todas sus actividades, que tenga desplante, que no sea tímido, que supere sus temores, que no se frustre tan rápido. Que respete los adornos de las casas a las que vamos, y que converse con los demás como lo hace conmigo.
Ayer llegó con una medalla colgando de su cuello. "El campeón de la Semana" del jardín. Se la ganó el último día del semestre, después de mucho tiempo esperándola. Porque como todos, ama el reconocimiento de sus logros. Se la ganó después de que muchos compañeros se la ganaron, después de muchos malos días después de muchos problemas con nosotros en casa por la llegada de su hermano, se la ganó tras un proceso difícil. Allí es que me di cuenta de que el no es "El Mejor", sino que "Es Mejor". Es mejor que ayer y de seguro que este año ha avanzado más que otros de sus compañeros que no tienen que luchar contra ellos mismos. Mi hijo a luchado por aprender lo que para otros niños ha sido simple. Pintar, recortar, poner atención, comunicarse con las tías del jardín, no hacerse pipí, seguir las instrucciones, bailar y perder el miedo al ridículo. Ha aprendido a ser amigo de alguien. Está aprendido a que el mundo gira con o sin él y como el mismo me dijo cuando me la mostró "me esforcé". Con eso mi corazón queda en paz. No me importa si es el primero en recibir la medalla, me llena de orgullo que la recibió. Es mejor, me repito a mi misma, es mejor que ayer.

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