martes, 7 de julio de 2015

No hay primera sin segunda: La llegada de Gabriel

Decir que tuve a mi segundo hijo es en sí misma la declaración más injusta para mi propio hijo. Y es que esta frase encierra una referencia necesaria con el primero. Porque al revés de lo que dice la cueca, "no hay segundo sin primero".
Con el primer hijo uno nunca dice "tuve mi primer hijo". Uno lo llama por su nombre y lo trata como la novedad máxima. Todo lo que hace es asombroso porque no lo habíamos visto antes. Su primera sonrisa, la primera vez que logró ponerse las manos en la boca, el primer baño...
Pero el segundo es otra cosa. Tendría que nacer un bebé que naciera hablando y caminando para sorprendernos, porque creemos que ya lo vimos todo con el primero. En efecto, los primeros comentarios son "Tiene la nariz más grande que su hermano" "Parece que es más moreno que su hermano" "midió un poco menos que su hermano" Y a pesar de que son una maravilla en vivo y en directo, nuestros ojos no pueden dejar de comparar con su predecedor.
Mi segundo hijo se llama Gabriel, y déjenme decirles que no tengo fotos de su primer baño. Pero hay cosas que lo hacen el primero. Su nacimiento fue una completa novedad para mí, porque mi primer parto fue bajo los efectos de la anestesia general, por lo que yo estaba dormida. Sólo escuché un fuerte llanto que me despertó, y mi visión nublada buscó enfocar a este ser que cambiaría mi vida para siempre. Por su parte Gabriel nació bajo toda mi atención, nervios e ilusión. Pude mirarlo por largos minutos y sentirlo en mi pecho. Miré, acompañada de los tiritones tipicos de la situación, cada una de las arruguitas de su hinchado rostro e intencioné cada beso que le pude brindar.
Gabriel pareciera luchar cada dia con su condición de segundo. Llegó a este mundo bajo la preocupación de sus padres por la adaptación de José Manuel a su llegada. Se está acostumbrando a mis llamadas de atención para su hermano cuando hace algo incorrecto. Debe llorar y esperarme mientras baño y visto a su hermano mayor. Pero el pareciera comprenderlo todo, y para demostrarlo, nos regala sonrisas desde el mes y medio y es capaz de estar largos ratos en su sillita o mi cama. Ahí noté que es una maravilla y no sólo una referencia. No es el segundo. Es un ser independiente que ya tiene un carácter distinto. Con delicadeza se ha hecho un espacio con su ternura y se ha aferrado a nuestra experiencia para transformarse en un bebé que me calma y enternece. Cuando lo miro, cada día veo menos de su hermano, y ya me he acostumbrado a sus ojitos hermosos. Parece que el supiera todo esto, porque con tanta paciencia me ha ido conquistando. Su primer hermano lloraba como si exigiera lo propio. Gabriel llora pidiendo por favor. Esa es mi impresión.
En este tiempo he pensado mucho en lo que es tener un segundo hijo y lo que significa ser un segundo hijo. Primero, nosotros no somos su segundo nada, somos sus padres, sus únicos padres, el tiene únicos abuelos y un único hermano. El merece esa atención también y tenemos la obligación de dársela. Pero lo que más me sorprendió fue entender que el sí es el primero para alguien, y ese es su hermano José Manuel. El ha vivido los nervios que yo sentí cuando lo tuve a él. Él tiene a su "primer hermano" y es a él a quien la llegada de Gabriel le cambió la vida para siempre. Él será quien le enseñe, consciente o no, a Gabriel. Él será su referente. Y eso si que me soprendió. Es algo que no había pensado hasta hoy. Y como dice la cueca "No hay primera sin segunda". Ya no hay José Manuel sin Gabriel, lo que encuentro simplemente hermoso.

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